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martes, 6 de febrero de 2018

Nuestra aventura en el Museo de San Isidro de Madrid


A veces las cosas que creemos sencillas y que hemos hecho muchas veces, se tornan de pronto difíciles. Salimos un día de casa y todo parece complicarse. En la escuela Popular de Villa de Vallecas hemos aprendido varias cosas en estos días. En primer lugar, que nuestras alumnas son mujeres resueltas, valientes y capaces. La segunda, y como diría la autora Mamen Sánchez, que hay que salir siempre de casa con las gafas de sol en los días de lluvia.



Quizás esto es en cierto modo la catarsis de una aprendiz de profesora de estas mujeres magníficas, que semana tras semana, vuelve a casa habiendo sido alumna en lugar de profesora. Son embargo, soy de las personas que está convencida de que es mejor agarrar los problemas de la solapa y mirarlos fijamente a los ojos, para que estos dejen de dar miedo.

Con esta reflexión os cuento como una sencilla visita a un museo se puede convertir en una aventura a lo Tadeo Jones sin moverse de Madrid. (un 2x1 como diría Carrefour) Aparcaremos en el relato las lágrimas, los nervios y el drama y nos quedaremos con lo bueno, que es mucho. Que es todo.
Era una tarde fría pero soleada de un 24 de enero, cuando emprendimos nuestra excursión al Museo de San Isidro. Íbamos ilusionados todos. (Veinticinco alumnas y 6 profesores) En primer lugar, porque muy pocos habíamos visitado el museo de nuestra ciudad que había estado tantos años cerrado y escondía tantos tesoros de nuestros orígenes. Segundo, porque era la primera actividad en la que el grupo de alumnas extranjeras de la escuela participaba junto con el resto de alumnado habitual.
Durante mucho tiempo escuchamos los orígenes de nuestra historia madrileña. Contemplamos admirados restos de yacimientos paleontológicos, fósiles distintos y fondos arqueológicos correspondientes a yacimientos del Paleolítico Inferior y Medio encontrados en nuestra provincia.


Pasamos por la época romana, la visigoda y la árabe, contemplando la evolución y el estilo de los utensilios y herramientas. También nos sorprendieron los videos que se mostraban en el museo, mostrándonos como era la vida en aquel entonces en labores tan cotidianas como era la caza, la alfarería, el encurtido de las pieles para su uso, entre otras cosas.
Como era lo lógico, nos hicimos fotos en el patio principal y nos explicaron la leyenda del profundo pozo del que subió agua tras los rezos del santo para salvar la vida de su hijo (uno de los milagros atribuidos al patrón de Madrid)
Al final de la visita, bajamos a otra planta para contemplar las piezas, los mosaicos y las maquetas que nos parecieron sumamente interesantes. Como ya llevábamos tiempo en el museo, algunas alumnas estaban un poco cansadas, por lo que optaron por subir a la planta principal en el ascensor del museo. Un ascensor que inesperadamente se quedó parado entre dos plantas y que no hubo manera de mover en marcha.
Cinco alumnas (dos de ellas de español para extranjeros) se quedaron atrapadas en el ascensor. El resto, junto a tres de los profesores, salió fuera del museo esperando a los compañeros. Los tres profesores restantes, nos quedamos junto al equipo del museo que había avisado a los técnicos responsables del mantenimiento y uso del ascensor.
Transcurrió mucho tiempo, ya que el técnico, a pesar de los múltiples requerimientos urgentes, no llego. Mejor olvidar lo malo y desdramatizar el tema para quedarnos solo con lo bueno, con la aventura que recordaremos entre risas en la escuela mucho tiempo. En el tiempo de espera, tratamos de inventar cualquier cosa para promover la risa y la calma. Al final tuvieron que venir los bomberos que abrieron el ascensor en un abrir y cerrar de ojos. (Corría el rumor de que en Madrid estaban los más guapos y los más profesionales y las alumnas atrapadas decidieron comprobarlo) También vino el SAMUR, ya que tras el tiempo transcurrido, a una alumna de las atrapadas en el ascensor, acabaron pudiéndole los nervios.




En fin… cuando todo hubo pasado y todos volvíamos a nuestra casa sanos y salvo relatando entre risas la aventura, nos dimos cuenta de la entereza y valentía que caracteriza a todas nuestras alumnas. Las chicas de español para extranjero (una de ellas embarazada) alababan a las otras tres alumnas que trataban de bromear y disimular ante ellas sus propios nervios, animándolas en todo momento, a pesar de las limitaciones del idioma entre ellas.
Era la primera actividad en la que mezclábamos a las alumnas, pero quedaron hermanadas. El resto del alumnado y profesorado se había quedado preocupado en la calle esperando la salida de las compañeras y no se marchó a su casa hasta que vieron que todas estaban bien.
Mucho hemos aprendido en esta semana pasada de esta aventura inesperada. No importa la edad, no importa la nacionalidad, no importa el idioma. Nos tenemos a nosotros mismos como personas. Un refugio importante donde acudir, donde aprender  y poder expresar lo que sentimos. Todos somos miembros de la misma familia, una gran familia llamada Escuela de Adultos de Villa de Vallecas.
Gracias Escuela.