Tras una parada para desayunar nos encaminamos a la plaza de la Villa. 
Nos sorprendió su tamaño y lo bien conservada que está. Echamos en falta algún bar o tiendas, pero su ausencia la hace estar más aún suspendida en el tiempo. 
En dicha plaza visitamos dos magníficos museos, el de Historia, donde -como dice su nombre- descubrimos el antiguo Arévalo y la vida de Isabel la Católica y el del Mudéjar donde pudimos admirar réplica de diversos monumentos de Arévalo a tamaño considerable. 
Después tuvimos tiempo libre que cada cual utilizó como quiso: paseando tranquilamente por sus calles o tomando un vinito de la zona, tan recomendable. 
Comimos en unos amplios salones, posteriormente visitamos el castillo, donde hay que decir, no residió la Reina. En él se encuentra, como cosa curiosa, un antiguo silo de cereal, en lo que fue reconvertido tras su abandono como residencia. 
Partimos a media tarde tras haberse cumplido el pronóstico de lluvia lo que no impidió que disfrutáramos de la ciudad y de la buena compañía.
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