Este
pluralismo “militante” desaparece
tras la guerra civil y resurge con intensidad durante los años ’70 y ‘80,
coincidiendo con la fuerte dinámica reivindicativa político-social del momento.
Así, bajo el patrocinio de asociaciones vecinales, parroquias, cooperativas,
grupos de profesionales o clubes culturales nacen un gran número de colectivos
renovadores que desplegarán una febril actividad en el campo de la EPA (basada
en el trabajo voluntario y aplicando modelos alternativos) y que contribuirán
profundamente a la adaptación del modelo educativo oficial heredado del
franquismo a las nuevas exigencias de la sociedad española. No estuvo tampoco
ausente en estos grupos el compromiso, generalmente desde posiciones de
izquierdas o cristianas progresistas, con el proceso de recuperación de las
libertades democráticas que se estaba gestando en el país.
La EPA en nuestra Comunidad
Si
bien corresponde a la administración central la determinación de los objetivos
generales y la regulación de la obtención de títulos académicos son las
comunidades autónomas las que asumen la planificación y gestión de la EPA en
sus respectivos territorios. La Comunidad de Madrid cuenta con una red de algo
más de medio centenar de centros repartidos por toda la región en los que se
desarrolla una amplia gama de programas y cursos para adultos, totalmente
gratuitos e impartidos por profesionales capacitados. Paralelamente, algunos
ayuntamientos ofrecen, también con personal profesionalizado y a través de
universidades populares y centros culturales, diversas actividades en este
ámbito. El mapa de la EPA en la región se completa con un heterogéneo abanico
de ONG’s, asociaciones y “escuelas populares” que actúan en los barrios de Madrid y
en las grandes poblaciones de su periferia. Supervivientes o herederas de
aquellos colectivos ya señalados, estas organizaciones sin ánimo de lucro
atienden a los sectores sociales más desfavorecidos y discriminados, para lo
cual han estado recibiendo hasta ahora subvenciones de la administración.
Aunque cada entidad tiene su propia personalidad, sí coinciden en que sus
educadores son en su mayoría voluntarios.
Las funciones del voluntariado
En
principio, las Escuelas Populares están impulsadas de forma altruista por los
ciudadanos más inquietos y sensibilizados con las necesidades y aspiraciones de
su barrio o población. Desde su compromiso con lo local y concreto, el
voluntariado contribuye a la creación de redes solidarias en el barrio y de
redes solidarias en la propia organización.
Un ejemplo: los nuevos espacios de sociabilidad para la autoayuda y la
convivencia que establecen las alumnas en nuestras “escuelas populares”. Esto
se acompaña de otro aspecto importante: el del aprendizaje social, facilitado
por el propio modelo de organización autogestionaria de estos colectivos.
Al
vivir en el barrio, los voluntarios tienen un contacto cotidiano (esto es, ni
sólo ni principalmente en el aula) con el alumnado, y conocen perfectamente su
entorno porque es compartido. Ello les permite la posibilidad de anticiparse a
la administración en la detección e intervención directa ante necesidades y
problemas emergentes.
Por
otra parte, el trabajo del voluntario no está tan encorsetado como el del
profesional y la propia dinámica de estas entidades permite que aproveche al
máximo su capacidad de iniciativa. Es ésta otra finalidad del voluntariado (y
que se ha demostrado en infinidad de ocasiones, con el reconocimiento por parte
de organismos nacionales e internacionales): servir de laboratorio a
experiencias innovadoras que después serán recogidas y traducidas a los modelos
oficiales.
Pero
no sólo aportan estas organizaciones ideas y experiencias, sino también
personas, al ser unas excelentes canteras para el aprendizaje de futuros
profesionales de la EPA: educadores, técnicos y teóricos que engrosan las filas
de la administración educativa han colaborado, y en muchos casos lo continúan
haciendo, en ellas.
Por
último, hay una función del voluntariado esencial: su papel
político. La madurez alcanzada por la sociedad española y por su tejido social
ha conjurado el fenómeno del adoctrinamiento que, como hemos visto, tanto se
difundió (quizás necesaria e inevitablemente) en el pasado. Pero ello no quiere
decir que estas ONG’s deban renunciar a jugar un rol político, limitándose a la
sola prestación de servicios. ¿En qué perspectiva se sitúa este papel?
Indudablemente, en la voluntad de transformación socio-cultural al entender la
EPA como un poderoso instrumento con el que afrontar situaciones de desigualdad
incompatibles con la democracia y los derechos humanos. Y, por supuesto, en el
ejercicio imprescindible de la crítica y la denuncia de estas mismas
injusticias.
En
definitiva, las administraciones educativas deben apoyar la función
del voluntariado porque significa dar protagonismo a la “gente”, a la sociedad civil, en nuestro caso, a los cientos de
mujeres y hombres que acuden a estos centros no oficiales para materializar sus
inquietudes solidarias con los más cercanos, con sus vecinos, dedicándoles todo
su esfuerzo, sus conocimientos y su tiempo libre. En la ESCUELA DE PERSONAS ADULTAS “PUEBLO DE VALLECAS” llevamos más de 25
años trabajando, todos como voluntarios, en la alfabetización, educación y animación
sociocultural de personas adultas del distrito madrileño de Villa de Vallecas,
una experiencia popular que se ha demostrado absolutamente positiva y que es
apreciada por vecinos e instituciones.
El bienestar de un ciudadano no es sólo
responsabilidad propia y del Estado, sino también de las personas que le
rodean. No todo se arregla con leyes y dinero (siendo ambos fundamentales):
nuestras instituciones están obligadas a ofrecer un servicio público cada vez
más eficaz y, al mismo tiempo, a garantizar espacios vitales pluralistas,
abiertos y de “vanguardia” que vayan horadando nuevos caminos: por la senda de
la solidaridad, entre otros.
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